
08 Oct Así afecta la ansiedad y el ruido mental a tu productividad.
Llegar a casa con la cabeza embotada, con esa sensación de siempre estar cansada y desmotivada. Tener problemas de insomnio y sentir ese vacío permanente, que por más que intentas llenar con mil cosas no hay manera humana de que se vaya.
Te dices que es pasajero, que «con tanto trabajo ya se sabe», que «solo necesitas dormir un poco»… pero no.
Porque cuando llega el lunes tras dos días de supuesto descanso esa sensación sigue ahí. Te acompaña en tu jornada impidiendo que te concentres, que las ideas fluyan y seas productiva.
Sé que sabes de lo que te hablo. Esa sensación de NO ME DA LA VIDA.
Y lo sé porque también he pasado por ahí: perfeccionismo extremo, autoexigencia y mucha adicción al trabajo.
Y todo bajo un sentir un tanto macabro de «es lo que toca porque en la vida hay que esforzarse» mientras por otro lado el cinismo y la negatividad llenan tu día a día.
¿Te suena?
Lo que sucede en realidad
Me encantaría decirte que tengo poderes y sé leer la mente, pero no. Si te has sentido identificada con lo descrito es porque tienes estrés, y la cosa es seria.
Por algún motivo tener estrés se ha normalizado en los últimos años, pero la paradoja es que la mayoría de gente no sabe que lo tiene, no sabe qué hacer con él y lo más preocupante, no sabe cuáles son las consecuencias de sufrirlo.
No quiero asustarte, pero creo que es importante advertirte. La Organización Mundial de la Salud ya ha tipificado el «estar quemada» en el ámbito laboral como una enfermedad.
En casos extremos el estrés se convierte en un factor de riesgo para enfermedades coronarias, aumento del colesterol en sangre, mayor probabilidad de desarrollar diabetes tipos 2, dolor muscular y óseo, problemas respiratorios, cefaleas, problemas gastrointestinales y se le relaciona con enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple o la fibromialgia.
Una enfermedad que no solo afecta físicamente, sino que sobretodo repercute en tu conducta y en tus emociones.
Trabajar con actitud defensiva, en constante cinismo, sintiéndote frustrada y procrastinando constantemente son indicadores de que el estrés se ha colado dentro de ti.
Y evidentemente de ser así, tu productividad se ve repercutida: porque te cuesta concentrarte, no sabes qué va primero y qué no, pierdes montones de energía cediendo tus límites, vives siempre pensando en lo que hay en el futuro y poco en el presente y porque haces, haces, haces pero sientes que no avanzas.
Personalmente lo que más me afectaba del estrés laboral era que mi día estaba lleno de muchas cosas, menos de mi. Y llegué a echarme mucho de menos.
No te cuento esto porque me apetezca meterte el miedo en el cuerpo, al contrario. Te lo cuento porque yo he pasado por ahí y sé lo mucho que se sufre. Sé lo que es sentir las mandíbulas agarrotadas de tensión, los dolores de cabeza constante, que todos los alimentos me sentaran mal, sentirme siempre irritada; lo sé.
Y igual que sé lo que es, te digo que hay solución y que se puede vivir de otra forma: no estás condenada.
Cómo vencer a la ansiedad y al estrés
Leí hace un tiempo que hay quien pretende salir del estrés tomando una tila; otros prefieren medicarse con ansiolíticos.
No voy a juzgar lo que haces, pero sí quiero ofrecerte otro camino. Un camino en el que no necesites de químicos y que es mucho más efectivo que una tila.
A día de hoy es posible que sientas que las emociones te dominan y que no sabes cómo dejar de pensar lo que piensas. Pero, ¿y si te dijera que puedes ensanchar el tiempo de reacción para poder escoger cómo te tomas las cosas?
No, no es magia. Es atención plena.
Hacia los años 70 un investigador de la Universidad de Massachussets llamado Jon Kabat Zinn trajo a occidente las técnicas de tipo contemplativo de prácticas religiosas tales como el budismo.
Tras investigar los cerebros de dichos practicantes descubrió que sus niveles de estrés y ansiedad eran inexistentes y que en general, tenían cerebros mucho más felices que los nuestros.
Así que quitó todo dogma de tales prácticas y las introdujo en occidente como técnicas para la reducción del estrés, que es lo que hoy en día conocemos como Mindfulness o atención plena.
Atención plena para la mente de mono
Tu mente va como loca: siempre está proyectada hacia el futuro, ya sea planeando o anticipándose a sucesos, o bien hacia el pasado, recordando lo que fue, idealizando o temiendo.
Ya te habrás dado cuenta que tiene la tendencia de pasar de una cosa a otra, de un pensamiento a otro, sin cesar. Es lo que los budistas llaman “la mente de mono”.
Relacionarte con tu mente de una manera mucho más consciente y cogiendo las riendas de tu atención para posarla en lo que realmente existe (que es el presente) es una de las formas más efectivas de ser libre de este incesante vaivén de pensamientos y emociones.
Y claro, cuando gestionas tu foco de atención, eres más capaz de concentrarte en lo realmente importante, tus niveles creativos suben, te sientes feliz de ser tú porque te das cuenta que aunque tienes emociones y pensamientos, no eres ellos. Y, en definitiva, tienes una mente clara, en paz y experimentas la calma de fondo que te ayuda a centrarte en lo importante.
En definitiva, atención plena y productividad van de la mano.
La decisión es tuya
Que te digas que tienes mucho trabajo y que no tienes tiempo para atender tu necesidad de sosiego mental o que no tienes dinero para invertir en tu bienestar y tu salud cuando llevas un teléfono de 300€ en el bolsillo, es el resultado de colocarte inconscientemente en el papel de víctima de tus circunstancias; cuando en realidad, tienes mucho más poder del que crees.
Pero, ¿y si tomaras las riendas de tu responsabilidad y empezarás a ser proactiva en tu gestión mental y emocional? Al fin y al cabo la atención es un músculo que se entrena.
Grandes corporaciones como Google, Twitter o Apple han incorporado las prácticas de la atención plena en el día a día de sus trabajadores porque está más que comprobado que ayuda a la creatividad, a la concentración, a la conexión con el equipo y a la actitud en el trabajo; en definitiva, la afecta a la productividad.
Para mi, la causa-consecuencia está muy clara: Si aprendes a gestionar tu mente y tus emociones, detectas antes tus estresores, sabes cómo hacer para que no vaya a más, tu energía deja de dispersarse, te enfocas más en lo importante, la energía creativa fluye libremente, te sientes mejor y por lo tanto eres mucho más productiva.
¡Tu eres tu propio ansiolítico!
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