El académico (Cuento Milenario) • The Mindful Room
Cuento milenario El Académico

08 May Cuento milenario: «El académico»

No creo en los gurús, y te contaré porqué.

Para mi, un gurú no es otra cosa que un ser humano de lo más normal (como tu y como yo) que sabe más sobre “algo” –por definición sobre el mundo espiritual– y menos sobre muchas otras cosas. De hecho, el término proviene del hinduismo y designa a esa persona que ayuda a pasar de la ignorancia al conocimiento; de la oscuridad, a la luz. “El que disuelve las tinieblas”, significa.

Todo eso está muy bien, pero para mi, adorar a un gurú implica dos cosas:

La primera, es el creer que conocer aspectos sobre la espiritualidad es más elevado que conocer aspectos sobre ebanistería, por ejemplo. Hablé de ello en el post sobre los distintos cuerpos del ser humano que hice para Mi báscula me odia, y no me extenderé mucho, pero la idea principal es que debemos ponernos en la cabeza que el mundo espiritual es igual de trascendente que el físico y que de lo que va la vida es de integrar ambos mundos aceptando todas nuestras partes.

La segunda idea, es que por mucho que diga el gurú, por mucho que predique, nada de eso apunta a la experiencia del que escucha, sino que apunta a la experiencia del gurú en cuestión.

Estoy convencida que más de una vez, has escuchado algo o leído algo que de repente ha hecho “clic” en tu cabeza, que te ha dado una comprensión profunda sobre algo y se te ha abierto el cielo. Ese “clic” habla de tu experiencia.

Es probable que hayas ido a contárselo a tus conocidas, les has explicado con mucho entusiasmo tu descubrimiento y con suerte, alguien lo ha entendido… pero puede que no haya sido así, puede que simplemente, haya caído en saco roto.

¿Por qué? Por que hablas de tu experiencia, no de la suya.

A lo que voy es que, cuando un gurú suelta su discurso y tu, sin más, te lo crees, lo que sucede es que tu ego te está diciendo que ese ser humano es mejor que tu y te delega en él para no responsabilizarse de tu mundo interior. Cedes tu mundo al mundo del gurú.

Y lo mismo pasa con las enseñanzas místicas. Vengan de quien vengan y de dónde vengan. Ya sea Jesús, Buda o Mahoma. Creer sin más, es sinónimo de desconexión interior, porque de lo que se trata no es de creer, sino de experimentar.

Y experimentar no tiene porqué ser sólo algo físico, puede ser sentir algo profundamente, darte cuenta de la magia que rodea la vida, o saber desde la intuición profunda que algo simplemente Es.

Podríamos pasarnos una vida entera discutiendo sobre el sabor que tiene una naranja, pero jamás entenderíamos cuál es ese sabor hasta probarlo. Experimentar es sinónimo de aprender.

Por ejemplo, yo soy muy fan de Eckhart Tolle. Cuando habla, siento que apunta a partes de mi interior que quieren salir, y me siento profundamente inspirada por él. Me he leído El poder del ahora como tres veces, y siempre me ha dado respuestas distintas a inquietudes distintas. Pero no creo sin más, experimento lo que dice, me asiento en el ahora para probar sus enseñanzas y desde este estado de curiosidad, me doy cuenta de lo que vale para mi.

Por contra, conozco gente muy próxima a quien Eckhart Tolle le parece un rollo monumental y no le inspira nada. También es válido.

Al final un maestro espiritual lo que hace es darte inputs, inspirarte para que lo que tu ya sabes, emerja del fondo de tu consciencia.

Pregúntate, ¿todo lo que crees lo sientes de verdad o tienes como propias creencias ajenas?

Te dejo ya con el cuento milenario de este mes, y si quieres trabajar sobre las creencias, aquí tienes este recurso gratuito para empezar a cuestionártelas.

Por otro lado, si lo que quieres es experimentar en tu propia piel qué significa esto de vivir en el aquí y el ahora y probar “la paz del Ser”, te dejo el enlace para que te apuntes al Retiro de Mindfulness, Meditación y Consciencia Plena que dinamizo este 25, 26 y 27 de Mayo.

Ahora si… ¡Que lo disfrutes!

Cuento Milenario: El académico

En una lejana comarca en donde confluyen los mares del Este con el del Oeste, se hallaba un laborioso maestro que a los 44 años de edad, había decidido orientar su vida a la investigación del mundo sobrenatural.

Yasavi que es así como se llamaba, había sufrido recientemente la muerte de su esposa, y como quiera que no tenía hijos y disponía de una generosa renta, podía dedicar la mayor parte del día al estudio de las palabras sagradas. Un día, leyendo las antiguas escrituras, descubrió asombrado que cuando dichas palabras eran correctamente pronunciadas, otorgaban entre otras capacidades, el poder de “caminar sobre las aguas”.

Tras este descubrimiento, se propuso meditar sobre el tema, para lo cual de dirigía cada mañana a las orillas de un lago, y allí reflexionar sobre la transmisión de este gran conocimiento. De pronto, una mañana oyó la voz de un joven monje que recitaba la “Palabra de Poder” que, casualmente, él tanto había investigado: Prestó atención y, efectivamente, comprobó que alguien desde un islote cercano repetía

“¡Matzaprem!” “¡Matzaprem!”

«¡Vaya!», pensó, «otro aprendiz que no pronuncia correctamente el sonido primordial, y el caso es que pone empeño”. “En realidad”, se dijo, “en vez de pronunciar “Matzaprem”, las enseñanzas tradicionales dicen que se debe pronunciar ”Mahatzaprem”, en caso contrario, no deben operan sus efectos mágicos”.

Al poco, Yasavi pensó que su responsabilidad como experto en el tema era corregir al desafortunado joven y aportarle la fórmula correcta; “Quizá”, se dijo, “no ha tenido la oportunidad de ser adecuadamente entrenado y el pobre hace lo que puede”.

De manera que Yasavi montó en un pequeño bote de remos y se dirigió hacia el islote de tierra, en donde se encontraba aquel ignorante.

Cuando llegó hasta él, le dijo: “Amigo mío, es mi deber informarte que la palabra de poder que estás pronunciando, no puede operar efecto alguno porque no se te ha enseñado a pronunciarla con corrección. Como sabes, el Cielo tanto premia al que enseña como al que aprende, así que te comunico que la forma correcta de pronunciar la Palabra de Poder es: “Mahatzaprem”, y no “Matzaprem” como vienes diciendo”.

El joven escuchó muy atento y dio las gracias con respeto.

Al poco, Yasavi se despidió y tomando el bote se dirigió nuevamente hacia su lugar en la otra orilla, satisfecho de la aportación que había realizado. Y conforme remaba y se alejaba del islote pensó: «Un día mi labor se verá premiada, ya que después de todo, cuando un hombre repite la sagrada fórmula de manera correcta puede ser capaz de caminar sobre las aguas. Bueno… y aunque todavía no oigo ningún sonido, espero que la lección haya sido bien acogida».

De repente, Yasavi escuchó contrariado un “Matzaprem” de nuevo incorrecto, y antes de que pudiese expresar su reprobación, observó un insólito espectáculo. El joven se aproximaba hacia la barca pero lo hacía, ¡¡¡Caminando sobre las aguas!!!

Yasavi atónito dejo de remar y esperó a que aquel estudiante se acercase. Cuando éste llegó, dijo a Yasavi que lo miraba boquiabierto:

«Perdona hermano, siento molestarte, pero no tuve más remedio que venir aquí para preguntarte sobre la manera correcta de pronunciar la palabra, pues me resulta difícil recordarla«.

 

Este cuento forma parte de una colección que recogió José María Doria, director de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal en su libro Cuantos Para Aprender A Aprender (Serendipity). Encontrarás el formato descargable en su web desde donde podrás acceder a los cuentos y al análisis de José María. Siempre un placer leerle!

 

¡Hasta el próximo martes!

Un hondo abrazo, Alba.

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