
18 Dic El lado oscuro
Sucede que al vivir en un Universo dual y tener como herramienta de guía una mente dual y etiquetadora, a menudo nos radicalizamos en extremos sin darnos cuenta que la magia sucede cuando aprendemos a bailar en el espacio en que conviven las dos partes que nosotros mismos hemos dividido de este TODO, que simplemente es.
Nos cuesta concebir la felicidad estando tristes, porque confundimos felicidad con alegría; igual que asumimos que para adelgazar hay que dejar de comer, cuando es más efectivo comer más a menudo y sano, que comer poco o nada. Y pasa también que entendemos la espiritualidad alejada de los aspectos más cotidianos y más terrenales como limpiar el baño, por ejemplo, cuando limpiar puede ser el más espiritual de los actos si aprendemos a hacerlo con consciencia y poniendo nuestra alma en ello.
Sucede también, que en nuestra renovada y reencontrada espiritualidad (o simplemente siguiendo las doctrinas sociales de ser buena niña o buen niño), tendemos a repudiar los pensamientos a los que nosotros mismos hemos llamado «negativos», y empezamos a esconder debajo de la alfombra el enfado, la ira y el odio, y los disfrazamos de cordialidad hipócrita, porque creemos que alguien que medita, alguien que transita «el camino de vuelta a casa», no puede sentir este tipo de emociones y sentimientos que vibran tan bajo.
Y entonces pasa que un día, algo de nuestro exterior toca el botón adecuado y saltan todas las barreras, protecciones y montajes que hemos creado alrededor de aquello que hemos intentando esconder. Porque la realidad es que lo que Carl Jung denominó como «la sombra», es parte implícita en todo Ser Humano.
Y digo yo, ¿quién soy yo para decir que eso son pensamientos negativos, y que no son válidos para mi vida? ¿Realmente pretendemos aprender algo de los estados de luz permanentes?
Se entiende como la sombra todo ese conjunto de pensamientos, emociones y sentimientos no aceptados, reprimidos y enterrados que han tomado cuerpo y vida dentro de la mente; son una parte reprimida de nuestro ego, que también es nuestra. Se manifiesta a través de la vergüenza, la rabia, los celos, el orgullo, la mentira, el resentimiento, la lujuria… Y lo cierto es que hay trabajo por hacer, ¡mucho! Sólo hay que ver a nuestro alrededor los valores que mueven el mundo… No sé como seremos de aquí miles de año y la evolución y la consciencia se haya expandido lo suficiente, pero AHORA vivimos en dualidad, AHORA necesitamos usar esta «sombra» para crecer y para que esta consciencia se abra paso a través nuestro. Al final, la sombra es ausencia de luz.
Entiendo que el mismo concepto “emoción/pensamiento negativo” es fruto de dicha dualidad, de la división bien – mal. Y es negativo porque no me hace sentir bien, porque me duele y ese dolor me incomoda y no lo quiero en mi, consecuencia directa de no haber estado educados emocionalmente, de no saber qué hacer cuando siento las emociones densas. Y entonces aparece la resistencia.
Hay una técnica muy potente que aprendí en mi formación terapéutica llamada “Presencia en la emoción”. Y se fundamenta en hacer todo lo contrario a lo que nos han enseñado: vivir nuestra emoción con intensidad.
Ampliamos esa “bola energética” a la que nos resistimos y la vamos haciendo grande, hasta que todo nuestro cuerpo quede impregnado de esa energía. Respiramos profundo, con consciencia. Y poco a poco, la emoción se disipa. Y es que, igual que no somos lo que pensamos, tampoco somos lo que sentimos. Somos esa consciencia testigo que observa lo que acontece, de eso va la práctica; y la vida, vaya. De experimentar lo que acontece sin engancharnos a ello! Pero hay que vivirlo, eso si.
He observado que los mayores logros, la satisfacción personal y el sentir una vida plena nacen al traspasar nuestros miedos primigenios. Curiosamente, nuestras mayores habilidades y el desarrollo y la manifestación al 100% de nuestro Ser, se dan detrás de nuestras sombras y fantasmas internos, hechos de humo y fantasía… De hecho, la explicación principal de nuestros miedos se da en nuestro cerebro, lugar de almacenaje de nuestras vivencias conscientes e inconscientes, y ejecutador por excelencia de automatismos, a menudo limitantes.
Es por ello que la práctica contemplativa es de vital importancia: permite observar a la mente mientras ejecuta esos automatismos, pues solo desde una visión desapegada seremos capaces de decidir en coherencia con nuestro Ser.
De modo que el problema con la sombra, no es la sombra en si, sino la resistencia a la misma. En la vida, lo «bueno» y lo «malo» se entretejen de manera natural y fluida.
«La vida no consiste en lograr el bien aislado del mal, sino a pesar de él.»
Paradójicamente, afrontar y aceptar la totalidad de nuestra sombra nos conduce a reconocer la totalidad de nuestro Ser, que engloba el bien y el mal, lo racional con lo irracional, el masculino con el femenino, el consciente y el inconsciente.
En definitiva, se trata de lograr la INTEGRACIÓN, con todas sus letras.
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