Guerras, injusticia y compasión • Alba Ferreté | The Mindful Room
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28 Jun Guerras, injusticia y compasión

La historia de la humanidad se ha escrito más en base a guerras e injusticias que no a episodios que tienen que ver con la compasión, la bondad, la empatía o la gratitud… Siempre estamos colocando la mirada en los aspectos más sombríos de la realidad humana.

Evidentemente, hay mucho que hacer, mucho que solucionar y poner el foco, pero focalizarnos sólo en una mirada derrotista de la naturaleza humana puede hacer que desatendamos lo más importante que es nuestra relación con nosotros, con los demás y con la vida.

La semana pasada, terminamos una nueva edición de Sendero Interior con una clase sobre la mirada compasiva y empática. Y al final de la clase se abrió un debate sobre cómo podemos mantener la capacidad compasiva que tenemos como seres humanos con lo que sentimos que pasa en la calle: guerras, políticos que no cumplen sus promesas, intereses económicos que ahogan a la población…

Biológicamente hablando, disponemos de las llamadas neuronas espejo, que activan en nosotros centros emocionales simplemente al ver a otra persona sentir una emoción. Estamos programados biológicamente (a no ser que haya algún tipo de psicopatía) para empatizar con quien tenemos delante, entender sus emociones y conectar con ese ser. Otra cosa es que no estemos conectados con nuestras emociones, que haya mucha mente, mucho juicio o que las emociones que nos están dominando no sean emociones agradables, sino que sean más bien de tipo reptiliano, como puede ser el miedo o la rabia.

El debate fue tremendamente interesante porque fue como tomarle el pulso a la sociedad en este momento actual, de mucha frustración, de fatiga pandémica, en un entorno de guerra e inflación… Pude percibir mucho rechazo hacia la compasión y la empatía, vistas como ideas muy ‘new age’ alejadas de la realidad.

Sin prisa pero sin pausa

Bajo el lema de ‘Sin prisa pero sin pausa’, voy a darte mi punto de vista sobre el tema, teniendo en cuenta que, para mí, vivimos en una situación de mucha queja a la par que de mucho inmovilismo.

La neurociencia descubrió hace unos cuantos años que el nivel de conciencia de una persona no va determinada por la voluntad personal, de darse cuenta que tenga esa persona, sinó que es la conciencia la que activa según qué zonas del cerebro. Eso significa que en todo momento está operando una dimensión o voluntad superior que es la que nos dota del darnos cuenta.

Es decir, yo, en mi momento presente, hay muchas cosas que sé y muchas cosas que no sé. Por mucho que me esfuerce en saber lo que no sé, no hay ninguna bombilla en mi cerebro que se esté activando. Sin embargo, eso no ha obstaculizado que haya tenido momentos en mi vida en los que de repente se haya hecho la luz y haya visto cuestiones que tiempo atrás no veía. Eso es expansión de la conciencia.

Por ello es vital que tengamos una mirada interna abierta, receptiva, atenta a cuando las expansiones de conciencia se dan en nosotros. Es clave entender que no somos nuestra mente, no somos nuestras heridas, nuestros pensamientos, nuestras emociones, y que todo ello necesita proceso.

De adentro hacia afuera y de abajo hasta arriba

Todo cambio trascendente en la humanidad, según mi perspectiva, va de adentro hacia afuera y de abajo hasta arriba.

De adentro hacia afuera

Aunque los cambios estructurales implican al colectivo, lo cierto es que la unidad mínima de la sociedad como tal es el individuo así que el individuo, para poder generar un cambio real, tiene que darse cuenta de lo dormido que está ante lo que está sucediendo. Cuando nos miramos dentro y conquistamos nuestro momento presente, nos responsabilizamos de nuestras emociones y podemos ir más allá de los comportamientos primarios propios de una mentalidad muy animal. Entonces es cuando podemos empezar a abrirnos a nuevos circuitos de la conciencia más de tipo cooperativo, como la gratitud, la bondad, el amor.

Las dimensiones relacionales de yo conmigo, yo con el otro, yo con el mundo van a tomar un cariz muy distinto. Es desde ahí que podemos empezar a generar verdaderos cambios en el sistema. Evidentemente, no podemos cambiar a nadie, pero sí podemos inspirar a otras personas.

Algo que he sido testigo que pasa muchas veces en los procesos de crecimiento personal es que, una vez la transformación ha tenido lugar, quieren entregarse al mundo, quieren ayudar a otras personas.

De abajo a hacia arriba

Los verdaderos cambios estructurales parten de la base, no parten de la cúspide de la pirámide, ya que las personas que la habitan ya tienen las necesidades cubiertas.

Aquí podemos apoyarnos en la teoría del efecto del centésimo mono. Un fenómeno en el que se supone que un comportamiento aprendido por una masa crítica, se propaga rápidamente por un gran número de personas una vez el hábito o aprendizaje ha sido adquirido por la gran mayoría de las personas. Eso significa que cuantos más individuos tengan la capacidad de conquistar sus emociones, su mundo interno, ser conscientes de su relación con los demás y con el entorno, se generará una conexión a lo que hay que atender en este mundo desde una dimensión empática y compasiva.

Esto aunque parezca una utopía, está sucediendo ya, hay muchas personas expandiendo su conciencia, activando movimientos que van a impactar en el entorno.

Tú tienes la clave

Para mí, lo realmente importante es preguntarse ¿qué puedo hacer yo en esta situación? No simplemente tirar la toalla y considerar que no tengo ningún tipo de impacto en el mundo. Porque eso no es cierto. Simplemente por el hecho de existir y de formar parte de una red, tienes un impacto tremendo en el mundo y tienes una responsabilidad para contigo misma y para tu entorno.

Así que si nace de ti hacer algo en relación con lo que está pasando ten en cuenta que, aunque sea a pequeña escala, tienes un enorme poder.

Siempre estamos impactando en el mundo, incluso cuando no queremos impactar en él.

En la realidad existen cosas terribles y no hay que darles la espalda, sin embargo también hay otra realidad empática, benevolente, a la que todas tenemos acceso y que podemos ensanchar haciendo esa mirada adentro.

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