
05 Oct ¿Dónde están los límites de la compasión?
Esta semana te traigo un tema que me planteó una estimada alumna en uno de los grupos de trabajo en los que nos encontramos mensualmente y que me parece muy interesante para reflexionar sobre ello. Hemos oído hablar mucho acerca de la compasión, de su poder desde el punto de vista de la atención plena. Pero, ¿dentro de la cesta de la compasión, cabe todo? ¿O hay que poner límites? ¿Hasta qué punto debemos aguantar según qué cosas? ¿Dónde están los límites de la compasión?
¿Qué es la compasión?
El punto fundamental es comprender qué significa la compasión desde un punto de vista mindfulness, ya que muchas veces se presta a confusión por el prejuicio social. En nuestra sociedad, la compasión está asociada a la pena, a sentir lástima por alguien. Sin embargo, desde la perspectiva de la atención plena, no tiene nada que ver.
La compasión es sinónimo de empatía, de respeto ante el sentir ajeno y al camino del otro. Es entender que el otro está transitando por la vida con sus luces y sus sombras, con sus propias batallas internas. Es ponerse en los zapatos del otro y entender que su dolor no es distinto a mi dolor.
Vivimos en una mente dual que parece solo contemplar los absolutos y por ello muchas veces la compasión se confunde con la sumisión, con el sacrificio, con poner por delante el bienestar de los demás ante el propio. Desde mi punto de vista, esto bebe de una sociedad que cree que mirarse dentro es fruto del egoísmo, que hay que estar por y para el otro. Por eso, cuando vemos la compasión con esta asociación de ideas, nos surge la pregunta de ¿hasta dónde? Es decir, ¿qué límites pongo a lo que se supone que tengo que aguantar o no?
En cualquier proceso de desarrollo personal, un factor clave es ver el binomio dentro-fuera. Es decir, ¿hasta qué punto puedo ser compasiva con los otros si no lo soy para mí? ¿Cómo puedo dedicar tiempo de calidad a los otros si no me lo puedo dedicar a mí? Así pues, compasión implica por encima de todo amor a una misma, auto-amor. Y desde ahí es desde donde podremos expandir el amor hacia afuera.
Pero, ¿y qué no es la compasión?
En primer lugar, no es perderse en el dolor ajeno o dejarse arrastrar por lo que el otro está sintiendo. Una cosa es empatizar con él y otra, hacérnoslo propio.
En segundo lugar, no es aguantar las consecuencias que derivan del proceso interior de la otra persona como las malas caras o el mal humor.
Y en tercer y último lugar, no es ceder nuestro bienestar. Piensa en cuántas veces te has sentido mal por sentirte bien ante alguien que se siente mal. Desde tu bienestar es desde dónde podrás aportar la lucidez ahí donde radica el malestar.
Al fin y al cabo, los límites de la compasión están ahí donde empieza a vulnerarse tu bienestar interior.
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