Mi cuerpo, mi casa

15 Ene Mi cuerpo, mi casa

Hay algo de nosotros que todos, absolutamente todos, nos hemos dedicado a criticar, maltratar y juzgar alguna vez: nuestro cuerpo.Y lo cierto es que hay una verdad ineludible, y es tan obvia que siento que a veces pasa por alto, y es que sin él no estaríamos aquí. La vida no tiene ningún sentido sin un cuerpo con el que sentir y experimentar. El cuerpo es lo que envuelve nuestra alma, un vehículo que forma parte de nosotros, y lo mínimo que deberíamos hacer es agradecer tener uno.

Gracias a él reímos, saboreamos los más exquisitos manjares, nos enamoramos, vemos las puestas de sol o sentimos el aire frío en invierno. Gracias a él la vida se despliega a través de nosotros y es por él que la vida sigue y la consciencia se expande. Nuestro cuerpo habla de nosotros, de nuestro mundo exterior y de nuestro mundo interior. De las aventuras que hemos vivido así como de nuestros miedos y anhelos más profundos.

El cuerpo se comunica con nosotros, nos manda señales de aviso cuando hay algo que no funciona e incluso cuando estamos felices y nos sentimos plenos, porque su única función es garantizar que nuestro paso por la Tierra sea lo más placentero posible… Hay estudios que demuestran que un 90% de las enfermedades son de origen psicosomático, es decir que la salud emocional incide directamente sobre nuestro cuerpo y puede llegar a hacerlo enfermar. Entonces, ¿porqué lo maltratamos?

A mi parecer, la respuesta se encuentra en el mismo punto de siempre: la consciencia. El ritmo de la vida hoy en día, los cánones de belleza, los patrones alimenticios, etc. hace que, por una parte, proyectemos nuestra imagen en comparación a la de los demás, desatendiendo nuestra propia realidad física y nuestros propios ritmos; y por otra, que no nos demos cuenta que somos perecederos.

En la variedad está el gusto, dicen. Y como seres de la naturaleza esa variedad también existe en nosotros. Los cuerpos, las constituciones físicas y biológicas son tan variopintas que visto en perspectiva parece una locura establecer un solo modelo de belleza. El ser humano es belleza, sólo por Ser. ¿Quién puede decidir lo que es bello y lo que no? ¿No es la belleza algo subjetivo? Es cierto que, por ejemplo, la simetría es uno de los elementos que hacen que alguien o algo sea percibido como bello, pero ¿no os ha pasado nunca de ver mucho más bello a alguien a medida que l@ vas conociendo? Belleza y emoción van de la mano.

En los años 50 una mujer con curvas, ancha de caderas y muslos definidos era símbolo de salud y bienestar. En los supermercados se vendían productos para engordar y así adaptarse a la realidad de ese momento. En esa realidad social, donde la escasez alimentaria era habitual en muchas familias, justo después de la guerra, el ser «rellenito» estaba bien visto; ahora, en cambio, mujeres extremadamente delgadas cubren las portadas de cientos de revistas, películas y series. En nuestra realidad de abundancia alimentaria, lo que dicta la sociedad ahora es comer poco. Y al final, que si antes rellenitas, que si ahora delgadas… ¿para cuando lo que cada cuerpo necesite?

Como todo en la vida, la clave es el equilibrio.

Hace poco, en una meditación para principiantes, alguien me comentó que después de la práctica meditativa sentía su cuerpo. ¿Os dais cuenta del dominio que tiene la mente que ya casi ni sentimos al cuerpo?  Por la incesante actividad mental, vivimos en un constante vaivén interior del pasado al futuro, buscando un mañana ideal donde sentir paz, y no nos damos cuenta que esa paz se encuentra en el presente. Al que accedemos mediante el cuerpo. Porque si, el cuerpo vive siempre en presente. Y es un recurso muy valioso si queremos conectar con el ahora…

Una técnica muy útil es simplemente empezar a sentirlo. Observamos lo que llega a través de nuestros sentidos: los aromas del ambiente, la temperatura del aire, el tacto de nuestra piel con la ropa, los ruidos que nos rodean. Y todo lo que acontece de piel hacia dentro: el movimiento de nuestros pulmones al entrar y salir el aire, el latido del corazón, nuestro sistema digestivo.

Como no, poner consciencia en el cuerpo es también cuidar nuestra alimentación y hacer ejercicio, preocuparnos por saber qué nos conviene y qué no. Si nos preocupamos de no rodearnos de personas tóxicas para cuidar nuestra salud emocional, cuidar nuestra alimentación y practicar actividad física diariamente es la condición indispensable para que nuestra salud física no se resienta.

Nuestro cuerpo, es nuestra casa. El sitio donde habitamos. ¿Porqué no nos dejamos un poquito en paz y empezamos a escuchar lo que el cuerpo nos dice, como cuando escuchamos con atención a un amigo?

Tu mismo te lo agradecerás.

 

Photo by: Carlotta Roma

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