
25 Nov Paciencia.
Si de algo me he dado cuenta después de mucho autoindagar es que una de las principales cosas que tengo que trabajar en esta vida es la paciencia. Y como no forma parte de las herramientas con las que he aparecido en la Tierra, me cuesta horrores darme cuenta de cuando me está faltando y cuando estoy metida de lleno en la falta de perspectiva.
Por ello la vida me trae una vez y otra situaciones en las que tengo que coger mucho aire y esperar… Esperar lo que a mi me parecen eternidades y que al resto de humanos les parece un tiempo la mar de normal y razonable.
Eso sí, el Mindfulness me ha ayudado en la gestión de la ansiedad que provoca la impaciencia; y aunque pasito a pasito voy aprendiendo, sospecho que el cultivo de la misma será algo que me durará toda la vida. Y sino –paradójicamente–, tiempo al tiempo…
El caso es que me puse a pensar sobre la impaciencia en si. ¿Porqué pasa esto? ¿De dónde viene? ¿Qué hay detrás de ella y que me enseña?
La impaciencia aparece ante esas situaciones de las que no se tiene control, porque está sujeto a elementos vitales que no dependen de uno. Ya sea tiempo, procesos que ejecutan terceras personas, o la misma providencia y momento. El mismo “algo” que decide que una semilla se convierta en árbol y otra no. En definitiva es todo aquello que implica SOLTAR y DESAPEGARSE; que no es otra que cosa que dejarse fluir con la vida, confiar en que cada cosa llega a su momento. Ni antes ni después.
La impaciencia mata la vida, le quita la gracia y la magia. Porque tengo que reconocer que, en esas innumerables veces que he tenido que esperar horrores para conseguir lo que quería, me he acabado dando cuenta que lo bonito fue la espera; y que esa espera no era espera como tal, era un tiempo entre tiempos donde también nacían cosas maravillosas que luego perduraban para siempre. Creo que esa es la prueba irrefutable que la vida es una sucesión de “ahoras” donde cada uno tiene sentido en si mismo dentro de un todo general. Un holograma de células y sociedades. La fractalidad en todos los ámbitos de la vida.
La impaciencia responde a algo que tal vez os suene: “¡Quiero [algo] y lo quiero YA!”
Esta es la máxima de nuestra sociedad: la inmediatez. ¿Os imagináis a los árboles forzando a las flores a salir en primavera? Pues eso es lo que hacemos, y lo digo ya incluyéndonos a todos porque todos tenemos una mente de mono que va de una cosa a la otra con extrema rapidez y pretende que esta rapidez se manifieste en el mundo físico. Mundo que, por cierto, va a su ritmo y tiene sus propias leyes.
Impaciencia es, en definitiva, no aceptar donde estás; no aceptar el momento presente.
De ahí la enorme importancia de la práctica del Mindfulness en mi vida. El cultivo de la atención plena en el ahora, es de las pocas cosas que me han permitido observar mi mente alocada y agitada en tiempo real.
Hay 7 actitudes de fondo para el Mindfulness, la paciencia es una de ellas (las otras las iremos viendo poco a poco, con la paciencia en el bolsillo). Pero detrás de todas ellas se encuentra una verdad universal y irrefutable: la paz de Ser.
Y fijaos que bonita que es la vida que en mi impaciencia me trajo alguien con esta bella frase:
La paciencia es la ciencia de saber esperar en paz.
Curioso, ¿no? 😉
En ese esperar aparece también una correcta gestión del tiempo, saber cómo optimizar los momentos para no tener esa sensación de pérdida eterna que genera la frustración de sentir que todo va demasiado lento. Si te apetece seguir ahondando sobre el tema, te recomiendo este post: cómo pasar de tener reloj a tener tiempo. ¡Muy útil!
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