El motivo de querer sentirse especial • Alba Ferreté | The Mindful Room
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08 Jun El motivo de querer sentirse especial

Esto que llamamos “personalidad” no es otra cosa que una programación. Un código hecho de un montón de condicionantes a lo que nos hemos agarrado, con lo que nos hemos identificado y donde nos hemos encarcelado. La máxima de esta personalidad es querer sentirse especial, sentir que ocupa un lugar en el mundo, que es alguien. Y no solo eso, sino que además es reconocida por todos como especial. El famoso ego haciendo de las suyas para afianzar la idea de que tiene entidad.

Incluso aquellas personas que se esconden de la vida, en su fuero interno sienten ese anhelo de “ser alguien”. De hecho, si se esconden, es porque a pesar de sentir este anhelo, hay capas todavía más profundas que les cierran el paso a la posibilidad de reconocimiento ajeno. Pero el punto de partida es el mismo. Y haremos lo que sea necesario para sentirnos especiales, ya sea a través de la creación de personajes y entidades que enmascaran lo que no queremos ver, como doblegando nuestra verdadera esencia para encajar dentro de unos cánones definidos y ya validados como aptos en la aceptación ajena.

No te estoy contando nada revolucionario, esto siempre ha sido así. Sin embargo, en los últimos años y con el auge de las redes sociales y de la famosa marca personal, el narcisismo se ha convertido en el pan de cada día. Buscamos ser especiales, que nos hagan especiales y hacer especiales a los demás. Nos hemos montado un sistema de pedestales increíble en el que suben y bajan personajes constantemente.

Pregúntate: ¿desde dónde?

La cuestión, como siempre, es ¿desde dónde? ¿Desde dónde queremos ser especiales? ¿Para qué? ¿Qué buscamos realmente en este anhelo de ser especiales?
Y sobre todo, ¿desde dónde endiosamos a otros? ¿Los admiramos realmente como inspiración en nuestra vida o en realidad los usamos como excusa para sentir culpa y envidia a través de la comparación?

Desde que en 2018 lancé el podcast, he presenciado múltiples veces como he sido subida y bajada de pedestales. He visto como gente que no daba ni un duro por mí se ha sorprendido. Y gente que tenía sus expectativas puestas en mí se ha sentido decepcionada. Cuando empecé a ver este tipo de cosas me sorprendió. Durante un tiempo, me condicionó porque creía que esa reacción tenía que ver con mi valía. Hasta que me di cuenta de que yo siempre era yo y que no está en mi responsabilidad cumplir las expectativas de nadie ni asumir cuestiones que están fuera de mi alcance.

Hay un texto de Fritz Perls que encuentro muy acertado y que trata justamente de esto:

“Yo soy Yo
Tú eres Tú
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú
Yo soy Yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
Será maravilloso
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a Mí mismo
Cuando, en el intento de complacerte, me traiciono.
Falto de amor a Ti
Cuando intento que seas como yo quiero
En vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.”

Es lo que Antonio Blay Fontcuberta definió como “yo idea” y “yo ideal”. Tengo un podcast en el que hablo largo y tendido sobre el tema pero, como resumen, contarte que el “yo ideal” es la proyección ideal que yo hago sobre mi mismo alimentado por el miedo al rechazo y la necesidad de aprobación. El “yo idea”, en cambio, tiene que ver con la imagen que reciben los demás, se ajuste o no a mi yo ideal, y que está sujeto a sus propias expectativas, interpretaciones y distorsiones… De hecho, es en la combinación de la identificación con el “yo ideal” junto con el desajuste del “yo idea” que empieza el verdadero drama: como la distorsión de mi autoconcepto no se ajusta a la distorsión que tu tienes sobre mí entonces mi autoconcepto se pone en duda. Es así de loco.

¿Qué pasa cuando nos sentimos especiales?

Antes que nada aclarar que no hay nada malo en querer sentirse especial. De hecho, todos somos especiales a nuestra forma. Y tal vez este sea el reto, entender que no se trata de contentar a nadie a través de modelos de aprobación estandarizados sino que más bien trata de experimentarse desde todos los matices posibles para abrazar y permitir tu unicidad.

El gran problema con la necesidad de sentirse especial y ser reconocido desde la perspectiva de un ego que nace de la mente inferior basada en el miedo (obviamente miedo al rechazo, a la soledad, al fracaso, etc.) es que:

  • En primer lugar, coloca su valía fuera de sí mismo y está sujeta a la valoración externa. Si me aplauden, soy especial; si no me aplauden, no lo soy.
  • En segundo lugar, vive en términos absolutos y carentes. Si fulanita es especial, entonces yo no lo soy. El otro siempre es o más o menos que yo. Si él tiene, yo no tengo. Como si hubiera una cantidad limitada de atención y de “especialismo” a la que se puede acceder.
  • Y en tercer lugar, asume que, para ser admirado, para ser único, hay partes de uno mismo que deben ser reprimidas y que nadie tiene porqué ver. Este último punto es especialmente relevante porque no solo distorsiona el autoconcepto del que se reprime a sí mismo sino que también distorsiona la percepción de aquél que admira y crea una proyección ideal a la que le falta un montón de información.

Buscando a nuestros Dioses

Irremediablemente, todo este juego de sombras reprimidas y juicios distorsionados hace que me pregunte ¿qué es lo que admiramos realmente cuando hacemos especial a alguien? Desde tiempos pretéritos el ser humano se ha servido de rituales y tradiciones para venerar a sus dioses. Es algo que nos genera sosiego, sentimiento de pertenencia y nos conecta con una realidad trascendente más allá de la mirada del ego. Tras mucha observación tanto personal como a través de los acompañamientos, mi teoría es que buscamos constantemente la divinidad, lo que nos salve de nuestro sufrimiento, lo que nos dé una respuesta, una salida, algo que sea poseedor de la fórmula mágica para disolver nuestras propias sombras y con ellas poder alcanzar la paz que intuimos pero que no logramos experimentar de ninguna forma.

En realidad, nos buscamos a nosotros mismos. Buscamos nuestra chispa divina.

Constantemente emprendemos el camino hacia dentro, pero muy a menudo nos quedamos a medio camino y lo bloqueamos con pensamientos y creencias limitantes generando de nuevo una proyección hacia fuera. No nos damos cuenta que somos lo que necesitamos.

Date cuenta: ya eres especial

La buena noticia es que hay otra forma de percibirse. ¿Qué pasaría si te dijera que ya eres especial y que no necesitas prostituir tu verdadero yo para recibir la aceptación? ¿Qué pasaría si te dijera que no tienes que hacer, decir o ser nada concreto ni específico para ser merecedor de amor, reconocimiento o abundancia en tu vida? Yo no sé a ti, pero cuando me dejo sentir estas palabras, personalmente siento un sosiego enorme. Al dejar caer la imposición del “tengo que” todo se relativiza.

Llegados a este punto, puede surgir un sentir profundo de “llevo tanto tiempo siendo lo que se espera de mí que ya no sé quien soy”. Se abre entonces la puerta a la experimentación, a la libertad de movimientos, al probar, caer, recular, avanzar, conocer, etc. Se abre la puerta a la vida en todo su esplendor. Una vida cuyo único propósito es ser vivida.

Conquistar la admiración propia desde la inocencia, el juego y el gozo no tiene nada que ver con conquistarla desde el miedo. Es un estado que implica un grado de confianza y fe ante la vida, un punto de equilibrio entre intencionar y soltar para abrirse a la mística que nos rodea. No quiero engañarte, es un camino que demanda atención y perseverancia porque la programación primera a la que estamos sujetos tiene mucha influencia y rápidamente nos arrastra a la necesidad de endiosamiento, pero puede hacerse. Te lo aseguro.

Te animo a que a partir de ahora, cuando sientas admiración por alguien o busques la admiración de otros, sea desde la necesidad, el miedo, la envidia, la comparación, o el amor, te preguntes de forma sincera: ¿qué dice esto de mí? ¿Qué es lo que quiero para mi vida? ¿Qué estoy proyectando o buscando?

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