
17 May Suelta tu control para liberar al otro
No me cansaré de repetirlo, pero es que aquí reside la clave de la resolución de muchos conflictos y de mucho sufrimiento. No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos. Somos creadores de nuestro propio mapa de la realidad. Así pues, la realidad es neutra, pero cada persona la percibe según su sistema de creencias, según la información cognitiva, emocional, ancestral o del inconsciente colectivo que tenga impregnada.
Por ese motivo, ante un mismo hecho, no todas las personas reaccionan igual, tienen las mismas opiniones o sacan las mismas conclusiones. Hay un abanico muy amplio de interpretaciones personales. Por más que queramos que una persona vea las cosas de un modo determinado, no podemos controlar lo que piensa o siente, ya que depende única y exclusivamente de lo que está persona esté dispuesta a ver, a sanar, a analizar, a transitar.
¿Y qué podemos hacer por nuestra parte? Podemos inspirar, podemos acompañar, podemos sostener, podemos ayudar a hacerla reflexionar. Pero en ningún caso podemos asumir esa responsabilidad de asumir el camino vital de otra persona.
Choque de trenes
¿Pero qué pasa cuando nuestro mapa de la realidad es diferente del de la otra persona? Si no tenemos mucha simpatía hacia esa persona o no forma parte directa de nuestro día a día, esas diferencias se resuelven ‘simplemente’ poniendo distancia de por medio. Pero si esto sucede en un contexto de pareja o de familia, la cosa cambia y nos surgen muchas inquietudes: ¿tengo que asumir la responsabilidad del sentir del otro? ¿Tengo que dejar de expresar lo que es importante para mí según mi mapa de la realidad para que al otro no le sienta mal? ¿Cuando callo mis necesidades para que al otro no le siente mal, estoy siendo generosa o estoy incapacitando al otro? ¿Cuando asumo el malestar o el sentir de la otra persona, estoy ayudando o estoy limitando su crecimiento?
La sociedad nos dice que tenemos que olvidarnos de nosotros para asumir lo de los demás, especialmente si eres mujer. Las mujeres llevamos encima el rol de cuidadoras y de protectoras de los demás, como si tuviéramos que estar siempre pendientes del estado emocional de los otros y, por extensión, olvidarnos de nuestro propio estado emocional.
Por eso, cuando hacemos lo contrario, cuando soltamos relaciones, ponemos límites o dejamos de sostener al otro, empezamos a sentirnos culpables, a sentir que somos egoístas, individualistas, etc. Pero hay muchos otros caminos para escoger más allá de este absolutismo o polaridad de todo o nada que nuestra mente tiende a creer.
Es en la interacción con los otros, que nuestro mapa de realidades se pone de manifiesto. Ahí es cuando aparecen momentos agradables y momentos desagradables, personas que inciden en nuestra percepción de la realidad, y sombras de lo que los otros proyectan en nuestro mapa.
¿Es amor o es control?
Cuando limitamos lo que sentimos o necesitamos para no herir al otro, estamos limitando que el otro pueda crecer, a la vez que reducimos nuestra evolución como personas. Eso sí, es vital que el mensaje que queramos transmitir venga desde el máximo de los respetos, manifestar nuestras necesidades desde los propios valores y no interpelando o cuestionando las decisiones de la otra persona.
También hay que tener muy en cuenta las capacidades que tiene o que no tiene la otra persona. Si te encuentras en una de estas situaciones en las que crees que estás asumiendo más de lo que te gustaría asumir, te invito a que te pares un momento y reflexiones alrededor de las capacidades que crees que tiene o que no tiene esa persona. Probablemente, te darás cuenta que esta forma de actuar evitando hacer sufrir al otro, en realidad, es una incapacitación, es hacer que esa persona no pueda aprender de esa situación, no pueda generar un proceso de reflexión o de transformación gracias a encontrarse cara a cara con el dolor, con el malestar. Así pues, cuando le queremos ‘ahorrar’ algo a alguien, ¿lo hacemos por amor o lo hacemos por necesidad de control?
Al final del podcast podrás escuchar un cuento justamente sobre esta reflexión: el capullo y la mariposa.
NoraLiliana
Posted at 21:43h, 17 mayoQue gran enseñanza! Para reflexionar, lo recomiendo a quienes como yo, tienen un ser querido con discapacidad. Muchas gracias Alba por compartirlo.