
22 Nov Los ingredientes mágicos para cambiar cualquier cosa en tu vida
Si vas por la calle y preguntas a cualquiera, en general todo el mundo te dirá que sí ante la propuesta de mejorar, de evolucionar, de solucionar cuestiones que les estén atormentando. Habrá incluso quien se aventure a poner la patita y a andar un par de pasos hacia el cambio. Pero luego, a la hora de la verdad, lamentablemente no todo el mundo está dispuesto a pagar el peaje que implica dicho cambio.
Porque está claro que el cambio es posible y cuando lo conseguimos es maravilloso, pero tiene un coste. No es “gratis”: nos confronta con la ruptura, más o menos abrupta, de estructuras mentales caducas que necesitan ser revisadas y nos lleva a incorporar nuevos hábitos, tanto mentales como de comportamiento, que acompañen dicho cambio. Es un movimiento de energía atencional más intensa que la solemos usar en nuestra cotidianidad. Y como hay un extra de energía, como hay algo deliberado a lo que atender y no el simple “piloto automático” al que estamos acostumbrados, es justo el momento en el que aparece, entre muchos otros sentimientos, la pereza.
Y deja que te diga que la pereza, no es otra cosa que la resistencia al cambio de la mente egoica; un entramado de sentimientos y pensamientos de lo más convincentes para que te quedes exactamente como estás. ¡Vaya a ser que algo cambie y puedas ponerte en peligro! ¡Vaya a ser que tu bienestar emocional se ponga en jaque y acabes dañada!
Así que en el episodios de esta semana quiero hablarte sobre los ingredientes mágicos que necesitas cultivar para cambiar algo – lo que sea – en tu vida. Aquello que sí o sí vas a necesitar tener en cuenta cuando decidas que ha llegado el momento de poner tu energía atencional en mejorar algún aspecto de tu vida de forma consciente.
Los motivos por los que nos resistimos al cambio, lo abandonamos o lo procrastinamos son muchos. No he hecho ningún estudio exhaustivo sobre el tema, pero por pura observación he detectado algunos bastante relevantes:
- Falta de compromiso y de permiso.
- Falta de objetivos (o lo que es lo mismo, no tener muy claro el para qué).
- Falta de tiempo por multitarea.
- Emociones y creencias limitantes sobre las propias capacidades.
- Lealtad familiar.
- Presión social. (Existen estudios increíbles sobre lo que la presión social es capaz de doblegar la voluntad individual de un ser humano.)
Y a esta lista añadiría un factor silencioso pero no por ello menos importante que es ni más ni menos que el vivir en la sociedad de la inmediatez. Nos hemos acostumbrado al consumo a la carta lo más rápido posible: desde series, hasta productos varios pasando por la comida o la información sobre cualquier cosa, todo está aquí y ahora YA disponible. Sin darnos cuenta, todo ello nos educa en la impaciencia, en creer que lo que dura en el tiempo es incorrecto y agrava nuestra percepción cortoplacista de las cosas.
Ya de entrada siento que es importante entender que esto que vivimos no es la realidad, es un constructo de la realidad que nos hemos creado los seres humanos y que está muy desconectado de la naturaleza intrínseca de nuestra biología. Como seres orgánicos vivimos sujetos a los ciclos vitales, de expansión y contracción en los que el tiempo es un factor clave para adaptarnos y aprender y la inmediatez supone el vivir ciegos al proceso, sin disfrutar de él, para enfocarnos en el resultado.
Esto, llevado al tema que nos ocupa agrava la sensación de “pérdida de tiempo”, de “imposibilidad” o incluso de “condena” cuando queremos un cambio en nuestra vida pero tarda más en llegar de lo que nosotros esperábamos. Esto sucede porque las expectativas están colocadas en el resultado, no en el proceso. Lo queremos YA. Sin embargo, lo que no estamos viendo es que nuestra mentalidad no está preparada para sostener ese cambio, no estamos preparados todavía. Al fin y al cabo, si no eres capaz de disfrutar de lo que te ha llevado hacia tu vida soñada –sea en el aspecto que sea– ¿qué te garantiza que serás capaz de apreciarlo cuando finalmente llegue? ¿qué te hace creer que no sentirás de fondo la insatisfacción egoica de necesitar otra cosa para ser tan feliz como esperabas?
En lo que estamos de acuerdo entonces es en que todo nace en la mente, todo se crea en ella: tanto tus sueños como tu resistencia a ellos. De modo que entrenar tu mentalidad es lo que te va a ayudar a que el cambio sea posible.
El primer ingrediente entonces para el cambio es la visión. Dicho de otra forma, ¿qué queremos? ¿qué quieres? Es cierto que no siempre tenemos idea de lo que sí queremos, pero tal vez podamos empezar a tirar del hilo poniendo atención en lo que no queremos y desde ahí empezar a construir una visión de vida que nos lleve a escenarios de lo que sí queremos. La pregunta clave aquí es, ¿si eso que no quieres en tu vida dejara de ser o de estar presente, entonces cómo sí te gustaría que fuera tu presente? Construye tu visión sobre lo que sí sientes que es para ti y luego tal vez te sorprendas de lo que la vida te trae durante el trayecto.
En segundo lugar tenemos a la disciplina. Soy consciente de que, en ocasiones, la disciplina se asocia a cierto autoritarismo, a reglas morales. Pero tal y como yo lo veo y lo vivo su definición está más encarada al compromiso férreo con uno mismo. Esas conductas que establezco para afianzar mi compromiso y mi permiso sobre lo que decido vivir en mi vida. La disciplina es el eje central que te mantiene ahí los días buenos y los días malos, y al mismo tiempo la que te permite el tercer ingrediente: la perseverancia.
Si hace un tiempo que estás por aquí ya lo sabrás, y si no te lo cuento ya mismo: uno de mis mantras de vida y el que para mi es todo un ancla en mis propios procesos de transformación es la frase “La perseverancia trae ventura” del I Ching, un libro oracular chino cuyos primeros textos datan del 1200 a.C. ¡Se trata de sabirudía milenaria! La perseverancia nos habla de la firmeza y de la constancia, de no desfallecer. ¡Y mucho ojo con esto porque no es apología del sobreesfuerzo y el matarse a trabajar! Uno puede ser perseverante respetando sus propios ritmos.
La perseverancia se alimenta del cuarto ingrediente que es la confianza. Cuando pienso en la unión entre la confianza y la perseverancia visualizo una barquita enmedio del océano. La confianza es la certeza de que tarde o temprano encontrarás tierra firme, la perseverancia es la fuerza que te impulsa para seguir remando. Cuando hablamos de confianza es al mismo tiempo la seguridad en uno mismo como la fe en la propia vida; tanto el sentirte arropada con tus propios talentos como el sentir el arropo por la vida.
Y por último, está el ingrediente que los une a todos: el foco. En la travesía hacia el cambio de vida, por pequeño que sea el cambio y corta sea la travesía, serán muchos los distractores que intentarán sacarte del camino. Tu foco será el faro que dirigirá tu energía atencional hacia donde realmente quieres. Si lo unes con tu visión, será más fácil para ti no olvidarte de para qué empezaste este camino.
Fíjate entonces como hay una cualidad que las une a todas: la paciencia. Es una de las actitudes fundamentales mindfulness precisamente porque parte del respeto hacia los procesos vitales, los ciclos y la vida misma. Sin paciencia no hay proceso alguno y todo resultado será vivido sin el reconocimiento que se merece.
El próximo lunes 28 de noviembre de este 2022 voy a dar una clase online en la que te cuento cómo salir de la dispersión mental y centrarte en lo importante. Verás de cerca cómo trabajar algunos de estos puntos que te he ido mencionando y te llevarás estrategias mindfulness para mejorar tu productividad y con él, el cambio que tanto anhelas. Puedes apuntarte en el enlace que te dejo en la descripción del podcast.
No olvides compartir este episodio a quien sientas que pueda aportar valor. Yo vuelvo por aquí la próxima semana. Te mando un fuertísimo abrazo y que vaya genial.
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